Saberes Inútiles

Dieron las dos de la tarde y el sol laceraba la carne  como cuchillo caliente. Sus pies rojos e hinchados se volvieron insensibles al dolor. Llevaba parada más de seis horas. Quieta, inmóvil, tratando que sus ojos no chocaran con la mirada oscura de ninguno de ellos. Las fantasías de estar en otro lugar que la invadieron al principio habían dado paso a la desesperación y la angustia de no saber qué vendría después, pero ya en este momento la mente le había quedado en blanco. Como si poco a poco sólo estuviera quedando el cascarón vacío de la que fue. Una voz gruesa y con tono amenazante la saco del trance.
—¿Habla alguien mi lengua?
Las palabras se agolparon en su cabeza, esos sonidos que primero le resultaron incomprensibles lentamente se hicieron más claros. La voz volvió a resonar con la misma pregunta.
—¿Habla alguien mi lengua?
Había una ira enorme en cada palabra pronunciada. Esos seres, que ahora la mantenían de pie por horas, habían sido heridos. Se notaba en sus miradas el odio y las ganas de venganza. Hace unos años atrás, ellos los habían recibido con los brazos abiertos. Los habían considerado poco menos que dioses, sin embargo  fueron usados como animales, los corrieron de sus tierras y corrompieron sus sociedades. La confianza fue pisoteada y la mano abierta se transformó en puño clamando venganza. Ella no había estado atrás de aquellos ataques. No había ni planeado ni llevado a cabo ningún acto de maldad contra aquellos que hoy eran sus captores. Su único pecado era haber creído en las palabras de los reclutadores sobre la posibilidad de buena vida y trabajo en aquella luna distante. Otro trueno desgarro el silencio.
—¿Habla alguien mi lengua?

Ella susurró, aunque nadie le oyó decir que sí. Su voz era débil. Los sonidos se apagaban en su garganta reseca. Intentó nuevamente responder, pero sólo salió un suspiro. Antes de embarcar había leído libros sobre la Cuarta Luna, había hecho un curso digital y se había llevado un diccionario de la lengua geona. Ella sí sabía su lengua, pero su cuerpo extenuado se negaba a hacérselos saber. 

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