Primer Amor
Renzo se acomodó
la chomba, se bajó los pelos que el viento había alborotado, respiró hondo y
cruzó la calle resuelto. Hace meses que día a día se cruza con Mariana. Mañana
tras mañana desayunan juntos. Ella le sonríe siempre, y le alcanza la panera. Mariana
tiene el pelo largo y enrulado, ojos color miel y una sonrisa que ilumina. A
los ojos de Renzo es una princesa. Hace un par de meses que Renzo se dio cuenta
que el motivo por el que todas las mañanas se levanta, se viste y sale, es
Mariana. Cuando se despiden, no deja de nombrarla. Cuando duerme, sueña con
Mariana. Cree que ella puede sentir lo mismo y por eso, hoy junto coraje para decírselo.
Antes de llegar, cortó una flor de un cantero, volvió a acomodarse la ropa y se
relamió los labios por nervios. Ahí parada en la puerta, estaba ella, con unos
zapatos blancos y una vincha a lunares. Ahí estaba ella, sonriendo de tal forma
que sus ojos se achinaban y en sus mejillas se marcaban unos hoyuelos. Renzo
avanzó decidido, y esos últimos pasos le parecieron en cámara lenta. Extendió
la mano con la flor amarilla en ella y dijo en un tono, que para él sonó
fuerte:
—¿Queres ser mi
novia Mariana?
Mariana sonrió
dulcemente, miró a Renzo y le dijo:
—Sos muy dulce,
¿pero que va a pensar tu mamá? ¿No se va a poner celosa?
Renzo titubeó
unos instantes, miró a su mamá que unos pasos más atrás sonreía entre
emocionada y divertida con la escena.
—Mami, ¿Me dejas
tener novia?— gritó mientras corría flameando su delantal a cuadros hasta su
mamá.
—Para tener
novia tenes que ser más grande Renzo. Mamá te quiere mucho y cuando crezcas te
va a dejar tener novia.
Renzo se quedó
pensando. Giró hacia la puerta de jardín. Caminó nuevamente hasta donde su seño
Mariana recibía a todos los chicos y cuando pasó a su lado le dijo:
—Mariana,
¿Cuándo sea más grande, queres ser mi novia?
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