Es el Aire
—Es el aire. Sí,
sí, es el aire.
—¿De qué hablas?
¿no te entiendo?— preguntó Lucía
con cara de preocupación ante el estado
alterado que tenía su amiga.
—Te digo que es
el aire. Estoy segura. Algo liberan, algo le ponen. Es este aire de mierda que
respiramos— dijo Selena agitándose por
la bronca y la impotencia.
—Por Dios, ¿te
has vuelto loca?
—No Lucía. Estoy
segura. Desde hace un tiempo a esta parte cada vez que pongo un pie en esta
oficina se me apagan todas las luces. No puedo coordinar dos ideas juntas. Solo
apretar los botones de la maldita computadora.
—¿Y de que les
serviría, Selena, tenernos como idiotas todo el día?— contestó aprensiva.
—Pero, ¿no lo
entiendes? Si no hay pensamiento no hay imaginación. Si no hay imaginación no
hay creación. Sólo somos una mera maquina de carne que acata ordenes. Estoy
segura que es algo que ponen en el aire. Ese aire acondicionado que funciona
todo el día. Eso, es eso. ¡JA! Los he descubierto— su cara agitada y roja
dibujo una sonrisa entre burlona y de autosatisfacción.
Las manos de Lucía temblaban mientras marcaba los
números en el teléfono. Veinte minutos más tarde una ambulancia llego para
llevarse a Selena al sanatorio. Sus gritos se escucharon en todos los pisos y
todos se enteraron de sus teorías.
Días más tarde el gerente general se presentó en la
oficina para anunciar que la empleada Selena se encontraba bajo tratamiento
psiquiátrico. Los médicos le daban buenos pronósticos, pero por el momento debía
permanecer aislada y tranquila. Luego del discurso se dirigió a su despacho,
levanto el teléfono y marco el número del service.
—Buenas tardes. Sí, aquí el gerente general de Globalink.
Hemos tenido un pequeño inconveniente. Sí, sí, ya está solucionado, pero o me
cambian la formula o me regulan mejor la dosis porque no voy a poder justificar
algún nuevo brote psicótico de un empleado.
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