Pancracia y Su Color
¿Te conté alguna vez cómo Pancracia
descubrió su color? Era una linda tarde de primavera y un vientito suave movía
las plantas del jardín. Despacito, muy despacito en la hoja de un malvón
Pancracia salió de su pupa. La pupa es
como un nidito calentito donde las vaquitas de San Antonio terminan de
crecer.
Pancracia se sacudió un poquito la
modorra que le quedaba aún en un rinconcito de los ojos y miró asombrada el
hermoso jardín. Ese era su hogar. Visitaría cada planta, recorrería cada yuyito
y encontraría una casita hermosa para vivir.
Se emocionó con la idea de empezar a conocer todo desde arriba. No sé si
sabes, pero las vaquitas de San Antonio tienen unas hermosas alitas para volar.
Y fue ahí, cuando se preparaba para dar su primer vuelo que se dio cuenta de
que sus alas eran aún amarillas. No tenía todavía su color.
¿Seré roja con lunares o seré negra?
¡Ay! qué color me tocara para mis alas ¿quiero saber? – pensaba Pancracia,
entre ansiosa y preocupada. Pero también pensó que no tenía mucho sentido
pasarse todo el día preocupándose por eso. Sabía que en algún momento sus alas
tomarían su color definitivo, así que estiro sus alas y se fue a pasear. Que
grande y lindo era su jardín. Había rosales, malvones, geranios y margaritas, y
con ese sol cálido se veían todas tan hermosas. Pero una flor, una margarita,
la más alta y con el amarillo mas intenso llamo la atención de Pancracia. Tanto le gusto esa flor que decidió hacer ahí
su casita. Tenía la mejor vista del jardín y además era muy cómoda, tanto que
decidió dormir una siesta en ese instante.
La despertó un vientito fresco meciendo a la margarita un poquito más fuerte
que hasta ese momento. Pancracia abrió los ojos y volvió a mirar el jardín.
Estaba muy contenta con su casa y muy ansiosa por conocer a sus vecinos y hacer
nuevos amigos. Y fue ahí, en ese instante que por el rabillo del ojo descubrió
que sus alas ya tenían un color. Y
empezó a dar saltitos de felicidad. Sus alitas tenían un rojo brillante
salpicado por unos lunares negros.
Estaba tan feliz con su color. Vio que la luz de la tarde iba
apagándose y decidió dejar para la
mañana siguiente su recorrido por el barrio. Había mucha gente que conocer y
muchas aventuras que vivir en el jardín y Pancracia con sus colores nuevos
comenzaría mañana a conocerlos.
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